Es la segunda vez que escribo este post; no se qué hice que en vez de publicarlo terminé dándole a «Borrar». Pero la verdad es que me ha ido bien, he podido reflexionar y terminar de completar muchas de las ideas que quería compartir con vosotros.
Mañana empiezo a trabajar en un centro nuevo y sinceramente me siento algo estresada.
Me cuestan mucho los cambios y si encima vas a tope de cansancio, pues más.
Pero la vida es eso, puro cambio, movimiento. Una red de infinitas decisiones que provocan olas de energía dinámica, que arrastran a las personas como barcos en alta mar. Vivir es puro movimiento mientras parece que estamos quietos.
En estos 3 años, he descubierto la importancia de la acción y he aprendido a verlo. Tomar conciencia de como afecta nuestros pensamientos en las decisiones, como a su vez, las decisiones se transforman en un elemento como el viento que mueve el mar, las hojas o que destruye hogares en forma de huracanes.
Cómo veis, me gusta usar las analogías y las metáforas para hablar de las cosas que percibo y que no se explicar si no uso está fórmula.
Podríamos decir que todos estamos interconectados por una red invisible de pensamientos y decisiones individuales e infinitas.
Mi abuela es andaluza, de un pueblo muy pequeño de Sevilla. Con 16 años se fue con su hermana a un cortijo a sembrar algodón.
Ella siempre cuenta que dormían todas juntas, cómo cabras; y que les ponían de comer a todas en un lebrillo (una especie de plato gigante). Encima, se quedaban una parte de la miseria de su sueldo por la comida y el alojamiento.
Ella plantó el algodón, pero visto el sacrificio, decidió coger la maleta e irse casi con lo puesto a Barcelona. Le ofrecieron ir a Mallorca, pero eso de cruzar el charo, no lo vio muy claro.
Se metió a los dos días a servir en una casa. Despues conoció a mi abuelo y cuando se casaron; ella se fue a vivir a una habitación en casa de sus suegros; junto a sus cuñados, niños y esposa. No tenian agua, ni pañales y se dedicaba a cuidar la casa y su familia.
Ella tiene desde los 18 años artritis reumatoide. Cuando servía en casa de Doña Pepeta, le entró un dolor en el hombro izquierdo. Fue a un médico privado que le recomendó su señora, y le dieron un diagnóstico. El reuma le ha ido deformando las manos a lo largo del tiempo. Sus huesos se fueron «soldando» progresivamente en la zona de la articulación; causandole periodos de dolor muy intensos. Pero, ella, jamás ha dejado de moverse.
Y pensaréis que me ido por las ramas hablando de mi abuela. Pero ella es un ejemplo de cómo los pensamientos y las decisiones afectan, incluso a la existencia de las personas.
Somos lo que pensamos. Somos lo que creemos. Somos lo que imaginamos. Porque soñando y imaginando hacemos «maquetas» de nuestras decisiones. Y una vez nos movemos; lanzamos al río una piedra que produce unas ondas que tocan a todo y a todos. Se reteje la red universal que nos conecta.
Mi abuela podría haberse considerado una discapacitada. Con esas manos deformadas, podría haberse parado. Podría creerse incapaz de recoger el algodón. Podría haberse imaginando condenada a las miserias de la época en su pueblo, y no haber tenido el valor de irse a Barcelona en busca de una esperanza.
Podría estar ahora en Pollensa. Y Sólo el universo sabe, que es de esa versión de mi abuela.
Moverse. O no hacerlo.
Pensarse capaz. O lo contrario.
Siempre son dos caras de una misma moneda. Que te afectan y afectan para siempre.
Si me lo paro a pensar, nunca he visto a mi abuela cómo alguien que tuviera dificultades por la deformidad de sus manos. Es más, si no lo pienso expresamente ni me doy cuenta. No lo noto. Porque ella siempre ha buscado la manera alternativa de funcionar. Se a creído capaz y lo ha hecho. Y como dice mi madre «El movimiento se demuestra andando».
Así que le mejor que podemos hacer es lo que nos dice cuando nos ve a mi hermana y a mí tiradas en el sofá con el móvil:
«Muevete coño!»
Muevete de pensamiento, porque es lo único que hará que tomemos decisiones para que pase algo en el camino. La historia no existe; la creamos todos y cada uno de nosotros hasta llegar a su fin.